dimarts, 6 de setembre del 2016

Amarg com el te

Camuflados con telas gruesas del viento y del sol, enterrados bajo un océano de polvo, hay mil almas que luchan por su mundo. El reloj ha hecho grumos con la arena que ahora parece estar húmeda y le cuesta demasiado atravesar el embudo. No lo observan; ya no lo hacen; ya no pueden esperar. Y así, a paso de letargia, cuarenta años parecen mil. 20 grados, 30, 40, ¡y aun no ha llegado el verano! Y su piel de oscuros matices, el te y las armas en manos de los militares a cada frontera, les recuerdan quienes son. No lo olvidan nunca, no pueden, porque la historia se marca en el corazón a fuego y quema con cada latido. Porque la injusticia los persigue por los callejones de los territorios ocupados, como un verdugo, a cada paliza, a las violaciones de cuerpos y derechos humanos, a cada gobierno que les gira la cabeza y se baña con indiferencia en una piscina de una gran urbanización de lujo. Reciben caridad insistentemente y sobreviven, aunque ellos no quieren caridad ni quieren tampoco sobrevivir. Y es que nadie, en ningún lugar del mundo, de ninguna raza ni lengua, debería recibir caridad sino justicia. 

Son muchos, i su valor los hace ser muchos más. Son todo un pueblo, son hermanos, son amigos pero, sobre todo, son compañeros. Solidarios, aunque se les haya negado la tierra; inmensamente agradecidos, aunque los gobiernos que nos hacemos llamar "del Primer Mundo", los hemos condenado al olvido. Humanos, aunque sufran constantes humillaciones. La guerra està presente y los visita por las noches como un espíritu que les recuerda a cada momento que ya está bien, que ya hace demasiado tiempo, que el silencio es un buen aliado de los nobles pero también va matando lentamente. Que la guerra no es buena pero una vida sin futuro es peor. Que la muerte no es agradable pero el miedo a morir se esfuma cuando ya no hay nada que perder. Y que, a pesar de todo, las sonrisas no les abandonan las caras, sus voces no tiemblan al narrar su pasado, ni su presente, ni mucho menos el futuro que quieren ganar. Sus ojos muestran la fuerza de todo un pueblo unido, del orgullo de la resistencia y de la impotencia del rebelde. Son la fuerza del fuego y sus manos no se retiran ni cuando cogen el carbón incandescente. Son la fluideza del agua que han conseguido traer al medio del desierto. Son maestros de valentía y corage. 

Al otro lado del mar, un político se lava las manos en el lavabo de su despacho. Abajo, en las calles, un grupo bastante importante de personas reclaman responsabilidades. No los escucha, ni siquiera llega a leer aquella pancarta enorme que reza "Sáhara hurra!". Baja la persiana y se sienta en una mesa larga llena de altos cargos importantes. Hoy tampoco hablarán de los problemas del "tercer mundo". Puede que dentro de cuarenta años más habrá tiempo para estas cosas. Ya lo dicen los "aldeanos" que "lo que va davant, va davant", no? Y primero van los problemas económicos de Europa. Unas cuantas firmas por aquí y, mira, quizás podamos arreglar la crisi del Primer Mundo si vendemos unas cuantas armas a los países en guerra. Bingo! Todo solucionado. Y ahora vamos a almorzar que hoy ha sido un día ajetreado. Entre mordisco y mordisco de un bocata de jamón serrano con tomate alguien pregunta por la mani que había hoy convocada. Ni idea, serán un grupo de antisistemas de esos.... Siempre están quejándose, ¡panda de desagradecidos! 

Mañana será otro día, otra manifestación, otra guerra en el mundo, otro bocadillo de jamón serrano y la hipocresía de siempre con respecto a la solidaridad política internacional. Mañana serán cuarenta años más de injusticias. 











Ací podeu trobar la versió oficial en català, publicada a la revista Gargots:
https://issuu.com/gargotsrevistaliteraria/docs/gargots08

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